Petitchef

Recetas de cocina
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jueves, 13 de agosto de 2009

El Gaucho


Recuerdo claramente el día en que Carlos y yo llegamos por fin a trabajar por estos lares …., llegamos con 8 maletas llenas de cosas compradas en USA pero probablemente chinas 100% y claro con mucha ilusión de trabajar y empezar una nueva vida acá en Perú. Días antes de nuestra llegada mi cocinero favorito tuvo una conversación muy seria conmigo acerca de que quería comer en ese nuestro primer almuerzo de bienvenida: yo escogí olluquitos con carne molida!! Y de esta manera empezó nuestra vida acá…
Semanas atrás nos había llamado Soledad, la Directora Académica de la escuela donde habíamos estudiado, nos había hecho un contacto con el gerente de un club de empresarios situado en San Isidro, la entrevista fue grata pues el gerente estaba también recién llegado y quería darle un frescor a este club antiguo, oscuro y con poca clientela… el reto era grande pero las ganas eran más grandes aún. El gerente, un señor bien en su sitio, nos advirtió que tendríamos que lidiar con personajes “difíciles” por decir poco…. Estos personajes eran cocineros con miles de años de antigüedad que tomaban la cocina como su propio terruño, eran dueños y señores de SU cocina y cualquier persona ajena a ésta era un total y despreciable inquilino que no duraría lo que el diablo en misa, que ni con su chaqueta Cordon Bleu, ni su experiencia en República Dominicana y mucho menos su estadía en los United superarían los añotes de experiencia a punta de esfuerzo que estos señores habían logrado.
Había que entrar suave y eso fue lo que intentamos … al menos al principio. El Gaucho era el Jefe de Cocina, tenía más de 20 años trabajando para el Club y era el amo y señor, sus asistentes, todos ellos cocineros con experiencia no estaban dispuestos a aceptar órdenes e ideas nuevas de dos pituquitos recién llegaditos que querían meter malfattis como gran hazaña a su nueva carta. Mientras que nosotros innovábamos con nuevos platos el Gaucho nos miraba de reojo con su cuchillo en mano y tabla de picar de madera como contando los días que aguantaríamos por ahí, sin embargo siempre ahí y SU mirándonos y observando con detenimiento estaba el Charapa.
EL Charapa era el más joven de todos, era el más nuevo de todos esos cocineros viejos, tenía 12 años trabajando ahí pero no caía en el juego de los demás pues su único objetivo era aprender y cambiar el área de entradas frías por una partida más de importancia. Mientras que el Charapa apuntaba en su cuadernito espiralado, el Gaucho nos ponía cabe cada vez que podía y tapaba con la espalda su sartén de lomo saltado cada vez que pasábamos por ahí. Dicen por ahí que el lomo saltado del Gaucho era de lo mejor… yo no opino lo mismo, prefiero ahora el de mi actual Jefe de Cocina.
Los días pasaban y el corazón del Gaucho se iba haciendo cada día menos duro, nos contaba historias de los grandes días en ese club, de la cantidad de gente que asistía y de lo importante que eran, nos contó que estaba planeando para su retiro irse a la Selva a vender jabas de madera, que tenía dos esposas, y que confiaba en que sus hijos trabajaran con él en esa empresa familiar. Poco a poco y día a día el Gaucho nos preguntaba solapamente alguna que otra receta nueva y cada vez que pedían un risotto con camarones me hacía llamar porque decía: a la señora le sale mejor que a mi!! , eso era un triunfo de la ingeniería pues él era el sabiondo de cuanta receta caía en sus manos, ya para ese entonces trabajábamos en armonía total, riéndonos mucho y trabajando duro. El día que Carlos se fue a otro restaurante, el Gaucho organizó una pequeña despedida muy a su estilo: el pastelero trajo el pisco, él trajo el jarabe de goma y el Chapara los limones, resultaba ahora que el Gaucho también hacía un súper pisco sour, la despedida fue realmente emotiva, el Gaucho sacándose esa coraza dura de roer, le dijo a mi marido que le agradecía enormemente el haber trabajado con nosotros, que había aprendido mucho y se disculpó muy a su manera su proceder anterior.
Luego de algún tiempo el Club cerró sus puertas pues vendieron el local y se empezó la búsqueda de uno nuevo. Luego de casi 5 años hoy estamos ubicados en un súper edificio también en pleno corazón de San Isidro y hace 1 mes exactamente que abrimos, yo estoy realmente contentísima con mi nueva brigada de cocina, son chicos bastante empeñosos, súper pilas y sobre todo sienten la misma pasión que yo siento por cocinar. Del lomo saltado que puedo decir? Creo que esta vez es el mejor de Lima, sino pregúntenle a mi flamante Jefe de Cocina: El Charapa.